20 may 2011

Resulta que...

...me encantaría que todos fuéramos adeptos a la narrativa contemporánea norteamericana; pero no. Tuve que entender que a las señoras sesentonas les caben los romances truculentos con escenas de sexo absolutamente innecesarias (Florencia Bonelli, apestás); que los señores que se acaban de jubilar devoran policiales o thrillers judiciales; que muchas de las recién divorciadas buscan autoayudarse de forma casi desesperada (sí, a vos te hablo, que te quejás porque el libro de lengua y literatura de tu hijo sale 57 pesos pero desembolsás los 125 que vale El Secreto con una sonrisa); que gran cantidad de los muchachos que estudian alguna de las ciencias sociales adoran a Eduardo Galeano y que algunas adolescentes de uniforme se inician en la lectura porque quieren imaginarse al pibe hombre-lobo de la saga Crepúsculo en pelotas.
Al poco tiempo de empezar en la librería supe que para poder recomendar, tenía que tener una idea acerca de qué se trataba el libro, aunque no tuviera intenciones de leerlo. Dediqué tardes enteras a revisar contratapas, solapas, reseñas y sinopsis. Todos los viernes mi jefe trae los suplementos culturales de los diarios y, mientras él se va al banco, hago un repaso de las novedades. Hace poco me di cuenta de algo: esas reseñas no me venden NADA. Son técnicas, distantes, contextualizan desde un lugar elitista.
Digo, cuando leo algo, y me gusta -o no- mi reacción y respuesta son apasionadas. Quizás no me refiera a las dotes estilísticas del escritor en cuestión, o no tenga en cuenta su valor potencial para el canon occidental; el discurso es otro, lleno de gestos, exclamaciones y exabruptos. Si una lectura me atraviesa -para bien o para mal- no puedo tener una visión objetiva, no me interesa. ¿Para qué quiero ser objetiva? No hay cosa más hermosa que ser una con el texto.
Este blog es eso: la experiencia como lector; sacar el foco por un rato del argumento de la novela para contar qué le pasa a uno mientras lee. Compartir cualquier reflexión o sensación, porque es eso lo que a uno le genera ganas de leer cuando lo escucha de la boca del otro.
Eso es la lectura para mí, una sensación en el cuerpo, una mirada de asombro, una carcajada que se escapa en un 141 repleto de gente, un llanto solapado para que el de la mesa de enfrente en un bar no se de cuenta, un abrazo al libro al terminar de leerlo. Y sé que no soy la única. Que para muchos, el acto de leer está investido de significaciones particularísimas que hacen que el proceso en sí se vuelva orgánico y placentero.
Que la lectura transforme, trascienda. Que se convierta en texto. Eso quiero.

2 comentarios:

Fragaria Vesca dijo...

"un abrazo al libro al terminar de leerlo"... soy de las que tienen esa manía cariñosa.

Felicitaciones por el blog y gracias por compartir las lecturas de un modo tan bello y ameno.

Cel dijo...

Fragaria Vesca, ¿vos también abrazás los libros? qué lindo!