6 dic 2011

Lo que más me gusta de las personas son sus notas al pie

Regalé mi ejemplar de Nueve Cuentos de J. D. Salinger a un chico al que quise mucho. Se estaba por ir de viaje -uno de esos viajes que pueden cambiar perspectivas- y yo había tomado demasiado fernet. Lo saqué de la repisa y le escribí una dedicatoria que ya no recuerdo.
Hasta ese momento, Nueve Cuentos era mi preferido del autor. Uno de esos libros que al terminar dieron lugar a una especie de duelo. La gratitud por haber experimentado la maravilla y la inquietud por no saber si en los próximos tiempos caería en mis manos algo tan bello.
Este chico se iba de viaje y yo sabía que después de ese día era probable que no lo viera más. Eso mismo que me había pasado con el libro, me sucedía con él. Por eso se lo regalé, sin explicar mis motivos; simplemente esperando que lo disfrutara tanto como había disfrutado yo.
Unos meses después, revolviendo en alguna librería me topé con Levantad carpinteros la viga del tejado y Seymour: una introducción, editados en un solo volúmen por Edhasa. No sabía de la existencia de esos títulos; para mí, Salinger era Nueve Cuentos, El guardián entre el centeno y Franny and Zooey -que también había encontrado de casualidad-. Leí la contratapa, supe que era sobre los Glass y corrí a la caja.
Cómo explicar. Cómo poner en palabras. Que alguien me diga cómo.
Hay libros que son como tormentas, se llevan todo por delante, hipnotizan, relampaguean. Hay libros que son como una tarde sentada en una roca con los pies metidos en un arroyo, refrescan, relajan, acarician. Hay libros que hacen converger ambas cualidades. Levantad carpinteros... es uno.
Porque las cosas a veces llegan en el orden correcto, este libro -el único que me faltaba para terminar con la obra publicada de Salinger- apareció último para darle un cierre -y un comienzo en otros niveles más obsesivos- a mi infinito cariño por la familia Glass. El cosmos me facilita el asuntito este del timing sólo con los libros.

Al chico lo volví a ver después de que volviera de viaje. No prosperó.
Nueve cuentos los volví a comprar. Sigue resultándome fascinante.
En la última página de Levantad carpinteros..., seguido del párrafo final, escribí en lápiz y con letra redonda:
Todavía no me decido. ¿De quién me enamoraría? ¿De Seymour o de Buddy? Todos sabemos que Zooey está fuera de mi alcance. Buddy, probablemente Buddy.


5 comentarios:

Rolo dijo...

Entiendo perfectamente ese sentimiento; a mi me pasó con la Revista Hombres en donde salió la Vanucci.
Me conmoves.

Cel dijo...

Rolo: groso.

Guillermo Altayrac dijo...

Me sigo debiendo leer a Salinger.

Te mando un abrazo.

Guillermo Altayrac dijo...

Dios, estoy podrido de ver a este androide chupapijas en todos los blogs por los que paso.

Androide, ojalá te manden al desarmadero.

Abrazo a la anfitriona.

hora_z dijo...

Amé "Franny and Zooey", pero ya estaba demasiado crecido para "El guardián..." y me pareció muy adolescente.
El libro va y viene. ¿Para qué quedartelo en la repisa si ya lo leíste? Y si tenés que volver a leerlo, no te preocupes. El libro sabrá cómo encontrarte.